Una pequeña sonrisa asoma entre los besos. Colonia que se
queda en los dedos. Palabras en cada mirada. Simplemente, felicidad. Cuando le
miras, notas que tu sonrisa ya no puede ser más grande. Cuando piensas en él,
recuerdas aquella gran sonrisa y te imaginas la cara de tonta que se te debe poner a su lado. Vuelves a sonreír; y descubres
que le has encontrado, que sólo él tiene ese poder, que sólo él es capaz de
regalarte millones de endorfinas cada día; que es para ti, porque no te hace
sufrir, porque te hace reír y te recuerda que el más inútil de todos los días
es en el que no sonríes...