sábado, 27 de septiembre de 2014

De película

A veces cuando veo una película de amor deseo que nuestro amor fuese tan fuerte como el de esos dos protagonistas, que a pesar de la distancia y de todas las veces que deben separarse, encuentran la manera de volver a estar juntos. Viven en países diferentes, en continentes distintos y aun así, aunque pasen años, parece como si fuesen dos perfectos imanes, imposibles de separar. Incluso llegan a conocer a otras personas, intentan empezar una nueva historia pero al final, acaban dándose cuenta de que su corazón siempre ha pertenecido a la misma persona. Me gusta ver esas películas, porque al imaginar que me pudiese ocurrir a mí se me seca la garganta y me cuesta tragar. Alguna lágrima asoma sin poder evitarlo. Y pienso que ojalá existieran amores así, de película, tan fuertes que ni un océano de por medio, ni el tiempo, ni las circunstancias de la vida pudieran con ellos. Y me gusta creer que nuestro amor es así, pero sin guiones ni interpretaciones, que nos miramos y nos entran ganas de sonreír, que nos gusta hacer miles de cosas juntos, que cuando dormimos en la misma cama somos un poco más felices, que hemos conectado tan fuerte que por mucha distancia que haya entre nosotros, por muchas dificultades que tengamos que afrontar, siempre encontraremos la forma de estar juntos. Me gusta pensar que nos ocurriría exactamente lo mismo que a esos dos protagonistas, que no pudiésemos estar con otra persona diferente, que no consiguiésemos olvidarnos, que no pudiéramos vivir sin escuchar nuestras voces y que no nos diésemos por vencidos e intentáramos por todos los medios seguir enamorándonos día tras día. A mí me pasaría, porque creo con todas mis fuerzas que este amor es especial. Nunca lo había sentido con nadie más y por eso soy muy afortunada. Estoy convencida de que, desgraciadamente, muchas personas no llegan a experimentar esta sensación en toda su vida, esta sensación de estar con la persona adecuada. Más que adecuada. No encuentro una palabra con suficiente fuerza para describirlo, pero si tengo que dar gracias, las daría por haber vivido este amor de película, que espero y deseo dure para siempre y tenga un final feliz.

domingo, 17 de agosto de 2014

¿Cuántas personas te hacen sentir extraordinario?

Dicen que París es la ciudad del amor. No lo sé, aún no lo he comprobado. En cambio, cuando viajas a Roma, o a Amor al revés, te enamoras un poquito más. Seguramente, también me hubiese enamorado más en cualquier otra parte del mundo, pero cuando compartes cinco días intensos con la persona que más quieres, paseando de noche por el Coliseo, encontrándote con plazas mágicas, adentrándote en una isla en mitad del río o disfrutando de ricas cenas italianas, el amor se siente en el aire. Pero para mí, lo mejor de Roma no ha sido sólo eso. Lo mejor de Roma fue la preparación de las rutas esos días antes de volar, la partida de barcos que improvisamos en el aeropuerto, apretarte la mano mientras despegábamos, llegar a nuestro hotel y a pesar de que al principio no nos gustara acabar llamándolo "casa", saltarnos las colas, las duchas frescas después del calor, los masajes en las piernas después de todo el día, cantar en el metro "dependi", compartir plantilla, darme cuenta de que el Vaticano es muy rico por su oro pero que yo lo soy más por tenerte a ti, saltar en medio de una plaza, comer enfrente del panteón, perder en los helados, lo bien que nos orientamos, tapar la ventana para que no entrara la luz y dormir un poquito más, aprender italiano, y tirar la monedita para volver. Sólo espero que vuelva contigo y si no, que viajemos a otro lado para seguir enamorándome de ti y de tus detalles. Mientras tanto, lo seguiré haciendo en nuestra ciudad día tras día porque eres mi único y más fuerte amor. Gracias por hacerme sentir extraordinaria.

lunes, 26 de mayo de 2014

Teatro de calle

Hoy me he dado cuenta. He descubierto por fin, lo que es el amor. Y era tan fácil. Sólo una palabra bastaba. He leído todos y cada uno de los textos que escribí pensando en ti y en ellos, siempre aparece la palabra mágica: Felicidad. El amor es felicidad. Y hoy soy consciente, más que nunca, porque al pensar en ti puedo sentirla. Es la sensación que recorre mi cuerpo de cabeza a pies y que me hace sentir tan bien. Casi puedo tocarla. Sin duda, tiene que ser la felicidad. Lo mismo que siento cuando un año más, vemos el teatro de calle o cuando descubro que nuestros nombres encajan. Almas gemelas (sin contar que a ti te gusta el deporte y a mi las pelis románticas). Gracias, una vez más, por hacerme feliz. Sólo deseo que cuando pienses en mi, puedas sentir exactamento lo que siento yo. Espero que sepa hacerte feliz cada día porque te lo mereces mi amor. Te quiero.

domingo, 9 de marzo de 2014

Perdona, pero...

Un nuevo año que nos ha traído felicidad. Una nueva etapa marcada por la distancia. Aunque la verdad es que la distancia no existe entre dos personas que se quieren hasta el infinito y más. Incluso diría que ahora estamos más cerca, aprovechando cada minuto del día para pensar el uno en el otro. Y aprovechando cada minuto que estamos juntos, saboreándolo al máximo. Perdona, si te llamo amor. Perdona, si me estoy precipitando. Perdona, pero quiero casarme contigo. Quiero sentirme así de bien todos los días de mi vida. Contigo no tengo miedo, me siento protegida, me siento viva. Quiero sentir celos, agobios, enfados y después solucionar las cosas hablando contigo, besándonos y riéndonos. Soy más feliz que mil niños en Disneyland París. Tengo más suerte que todas las personas que han encontrado un trébol de cuatro hojas. Soy más rica que todos los multimillonarios del planeta. Cada día es más especial y sólo puedo darte las gracias, porque tú, simplemente tú, eres el motivo de esta inmensa felicidad. Te quiero.